martes, 1 de diciembre de 2009

Dicen las que saben

Dicen quienes lo saben, por que ya pasaron por ahí, que tener un hijo es el mejor regalo que la vida te puede dar. Dicen que la vida cambia, tus perspectivas, tus ambiciones, tus prioridades, tus horarios y hasta tu vida social. Dicen que sólo entonces comprendes las verdaderas dimensiones de palabras como "amor", "dolor"... "miedo" o "sonrisa".
La vida se las arregló (o me las arreglé yo, andá a saber!) para que yo no tuviera la fortuna de aprender eso de primera mano. Debe ser que no fui tan buena niña, pero a mi no me tocó ese regalo. Al menos no aún, aunque mis expectativas de recibirlo se aproximan peligrosamente a cero.

Consciente de que es difícil que yo tenga un hijo pronto, no dejo de apreciar que tengo la fortuna de estar rodeada de madres y, siempre que puedo, trato de alimentarme con su la sabiduría que cada una de ellas va adquiriendo a lo largo de su vida. Pero no puedo evitar sentir que es como darle el golpe al humo del cigarro que alguien está fumando por ahi cerca.. como fumar de prestado. A estas alturas y cerca de la maravillosa edad que me hará sentirme parte de esa cursi y gastada canción de Arjona, me pregunto si todas las decisiones de mi vida han sido acertadas... si no sería lindo prender mi propio cigarrillo y vivir y morir la experiencia de cambiar mi vida.

No es una cuestión de buscar una razón de arrepentimiento, sino un claro ejercicio de ubicarme en mi entorno presente, evaluar mis experiencias anteriores y replantear lo que quiero en adelante. A mis 25, cuando me casé, estaba segura de que ser madre no era para mi.Ni mi tempreamento ni mi inquietud constante eran un cuadro ideal para darle vida a un ser humano más. Pero claramente tenía 25 años. Inmadura, insegura, y casada con el personaje equivocado; me parece que el destino fue muy acertado al coincidir conmigo en que no era el momento.

Pero... y después? Mucho trabajo, progreso profesional, cambios, fusiones, crecimientos... mucho de la ejecutiva, mucho crecimiento interior tambien... pero al parecer no el suficiente.


Luego el desarraigo, la maestría, el rejuvenecimiento inesperado... el regreso. La aplastadora realidad de vivir en una ciudad cara con un presupuesto muy limitado. En papel, definitivamente tampoco pareciera ser el momento ideal... pero Arjona sostiene que es momento de ponerle vida a mis años... y cuando pienso en esa frase, me doy cuenta de el anhelo escondido, reprimido y agachado que mi alma me susurra en cada instante de silencio...

Dicen las que saben que la llegada de un hijo siempre se da en el momento en que debe darse. Nunca antes, nunca después....

Yo no lo sé... nunca me fumé el cigarrillo de primera mano.

1 comentario:

  1. Querida amiga.... con más de 10 años abiertos a la posibilidad, es muy pronto para decir que no.

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